Glosario de urbanidad

25.10.05

ENERGIA, CATASTROFE, CYBERCAFE - Marcelo Corti


martes 25 de octubre

Pablo Bernard: Esta es la segunda edición del Glosario de urbanidad, organizado por el Club de arquitectura. Es el nuevo formato que tomaron las discusiones en el Club, en un momento hubo entrevistas, la discusión evolucionó en torno al espacio público y la idea fue armar un glosario de urbanidad, no de urbanismo, con bastante interés en que quedara clara la diferencia. Las desgrabaciones se publican en el blog, y el proyecto a un futuro es un libro. Invitamos a una persona a charlar sobre unas palabras elegidas por nosotros de antemano. El invitado de la reunión siguiente recibe una de las palabras del anterior, en este caso Marcelo va a estar hablando de dos palabras elegidas especialmente para él y una que hereda de Roberto (Jacoby). Cuando invitamos a Roberto, nos pidió tener una charla antes, le parecía que era más agradable, y eso ya lo hemos adoptado: antes de la charla tenemos un encuentro con el invitado donde nosotros tenemos una estrategia de palabras, pero allí se terminan de definir. En este caso hay una que ya está decidida que es la que hereda del invitado anterior: la palabra energía. La palabra que tuvo bastante preeminencia en la charla de Roberto fue miedo, y la otra era estrategia de la alegría. Marcelo conserva energía, y le propusimos catástrofe y cybercafé, que en realidad era internet y le pusimos el nombre de cybercafé porque nos parecía interesante que nombrara un lugar físico. Estas palabras están muy influenciadas por el trabajo que él está haciendo en el café de las ciudades, esto me sirve para presentarlo. Marcelo es urbanista y tiene una página que les recomiendo, que es café de las ciudades[1], donde entre otra cosas escribe sobre la ciudad, el acercamiento que yo tuve fue desde ese interés. ¿Querés contar cómo surgió el café de las ciudades?

Marcelo Corti: Café de las ciudades es un producto de la crisis argentina. Tengo formación como arquitecto, como urbanista, colaboraba en algún medio periodístico, y en el 2002 todas las semanas me iba quedando sin alguno de los trabajos que tenía. La primera idea era llegar a través de la web a un grupo de amigos, como tenía mucho tiempo y había mucho para escribir, de un newsletter terminó transformándose en una revista. Tiene un formato de revista que aparece una vez por mes, tiene una estructura permanente, lo único que aprovecha de la web es la capacidad infinita de interconexiones. Lo que me interesaba conjugar son dos aspectos de la ciudad, un aspecto más técnico, del urbanismo como disciplina, tomando aspectos ambientales, económicos, políticos, y un aspecto cultural de la ciudad. Son dos cosas que generalmente no van de la mano. Un gráfico de barras puede explicar algunas cosas de la ciudad, y un texto de Borges, de Proust o de Paul Auster puede explicar la ciudad tan rigurosamente como una planilla. De las planillas, de los textos, de los gráficos y de la poesía es de lo que habla el café de las ciudades.
Este libro es La Política, de Aristóteles. La palabra derivada del griego es algo muy vinculado a lo urbanístico. En la antigüedad clásica se hablaba de la ciudad como urbe, como civitas y como polis. La urbe con un sentido territorial, la polis en un sentido más político y la civis como la cultura, las costumbres, aquello que de alguna manera se acerca más a la urbanidad que al urbanismo. Una prevención que me quiero tomar, porque tanto los arquitectos como los urbanistas tenemos muchas veces la mala costumbre de hablar de lo que no sabemos, es algo que me pareció muy gracioso, la descripción que hace Aristóteles de uno de los primeros urbanistas que es Hippodamos de Mileto. Lo describo con palabras de Aristóteles en La Política: “inventor de la división de las ciudades en calles, que aplicó al Pireo, y que por otra parte mostraba en su manera de vivir una excesiva vanidad, complaciéndose en arrostrar la opinión pública que le censuraba por la compostura de su cabellera y la elegancia de su vestido, usando lo mismo en verano que en invierno trajes a la vez ligeros y de abrigo, hombre que tenía la pretensión de no ignorar nada de cuanto existía en la naturaleza, es también el primero que, sin haberse ocupado jamás de los negocios públicos, se aventuró a publicar algo sobre la mejor forma de gobierno”. Para los que son arquitectos la idea de no parecerse en eso a Hippodamos, parecerse en otras cosas, y para mi como auto prevención tratar, aunque se me invite a hablar de varias cosas, de tener como límite que hay cosas de las que yo no sé.
Si les parece, empiezo con mis definiciones.
Como primera palabra, está energía. A mi me parece que la energía en las ciudades tiene dos aspectos. Un primer aspecto es el físico, los recursos, aquello que mueve la industria, los servicios, la energía en el sentido de lo que permite realizar la producción y el consumo de la ciudad. Hay cierto consenso en que la ciudad es una de las mayores consumidoras de energía en el mundo. Gran parte del consumo de los recursos viene según algunos por la ciudad, yo defendiendo a la ciudad diría que buena parte del despilfarro de los recursos que generan esta energía (y que en muchos casos no son renovables o no están bien utilizados, o generan un impacto ambiental terrible) no tienen que ver con la ciudad sino con la anti ciudad. Muchas de las tendencias anti urbanas, de dispersión, de irse a los suburbios, va generando una necesidad de consumo de recursos para el transporte que es una de las principales amenazas a la sustentabilidad ambiental del mundo. O el tipo de instrumentos y tecnología que usamos para climatizar nuestros edificios; muchas veces se diseñan edificios que son indiferentes a su medio natural y que se necesitan climatizar con gran consumo de energía. O la cuestión de que ya no hay temporadas de productos porque para ciertas elites urbanas en cualquier momento del año, en cualquier lugar del mundo, puede haber cualquier tipo de producto. Puede haber naranjas aunque no sea época de naranjas en el entorno rural, puede haber kiwis, uvas, porque hay un sistema mundial de transporte que permite que esos productos lleguen durante todo el año a los lugares donde habitan las elites (no son solamente los países del primer mundo, sino que son las ciudades como Buenos Aires o de cualquier lugar del mundo). Son los efectos perversos de la globalización que va destruyendo la relación entre la ciudad y su entorno agrario. Antes la ciudad era el centro de un entorno rural, que le servía de provisión de recursos. Uno se alimentaba con lo que se cultivaba a 5, 10 ó 30 km de la ciudad donde uno vivía. Alguien estudió que ahora para poner un envase de yogur en una mesa europea la cantidad de viaje que hacía esa botella era de 4000 km, la cantidad de energía que utiliza ese envase para llegar a la mesa es desproporcionada con respecto al valor que tiene el yogur en si. Una cuestión muy poco sostenible. El segundo tipo de energía, que es de la que más se habló en la charla de Jacoby, es la energía humana. Es la forma en que nos entregamos a la ciudad cada mañana y la forma en que la ciudad nos devuelve cuando regresamos a nuestros hogares, tanto en un sentido medible y cuantificable, la energía biológica, como una energía más intangible: el deseo, la autoestima, los miedos, los afectos, la memoria, la esperanza. La ciudad tiene la virtud de ayudar a la generación de esa energía, y por otro lado a veces la consume. La genera por toda la excitación del intercambio personal que está posibilitada por la mezcla y la concentración de personas. Los intercambios profesionales, financieros, afectivos, académicos, sexuales, comerciales. Cito siempre en este sentido una anécdota de un arquitecto catalán, Oriol Bohigas, que contaba de un amigo que había ido a una ciudad, a Sevilla concretamente, a buscar un trabajo porque había visto un aviso en el diario, no encontró el trabajo que buscaba pero conoció a una chica. Consiguió una novia y no un trabajo. El decía entonces, en la ciudad uno busca y a veces no encuentra lo que busca, pero a veces uno encuentra lo que no busca, porque en la ciudad uno encuentra de todo. Creo que es una fuente de generación de energía, y a la vez es una fuente de consumo de energía. Los desgastes ocasionados por la mala calidad de los transportes, la locura de los horarios, la coerción represiva, la exclusión social, el miedo, el consumo. Enlazando estas dos definiciones de energía, hay edificios inteligentes en la actualidad que tratan su relación con el entorno de una manera tal que no solamente consumen menos energía que los edificios no inteligentes, sino que en algunos casos hasta generan energía. En Europa existe un sistema por el cual a través de baterías solares las casas pueden acumular energía y si la que producen es más de la que consumen hasta les pueden vender energía a la red pública. En un sentido más amplio, en el otro tipo de energía, esa energía física y psicológica de la gente que habita las ciudades, se me ocurre que habría que pensar en formas de ciudad que optimicen estos ingresos y egresos de energía y nos den a sus habitantes más energía de la que nos consumen.
Respecto de la segunda cuestión que se me plantea, que es la de la catástrofe, pensé dos cosas. Uno de los artículos periodísticos que les mandé, de Oscar Raúl Cardoso de Clarín del sábado pasado, habla sobre esta cosa tan trillada de la crisis como una oportunidad, el hexagrama del I ching para la crisis es el mismo que para oportunidad. No es lo mismo crisis que catástrofe, pero a días de la inundación de Nueva Orléans ya estaba claro que había gente que pensaba que esa catástrofe era una oportunidad de reconstruir esa ciudad de una forma distinta. Por supuesto con menos pobres, con menos negros, o con los negros contratados para tocar jazz para los turistas en el centro. Esto me trae a otra idea que mencionaba, para quienes no lo conocen unos de los arquitectos más influyentes de la última mitad del siglo XX, sobre todo como crítico de arquitectura, Aldo Rossi. Se basó en un análisis de un economista que estudiaba el tema de las expropiaciones y su influencia en las ciudades y tomó el caso de un barrio de su ciudad, Milán, donde había habido bombardeos durante la guerra. Llegó a la conclusión de que los bombardeos no habían generado algo nuevo que no se hubiera producido de otra forma, sino que lo que hacen estas catástrofes es acelerar procesos que normalmente se dan a lo largo de muchos años por suplantaciones parciales. En un lapso de 50 años una ciudad se renueva completamente. En realidad la catástrofe no induce una nueva forma de actuación sobre la ciudad, sino que posibilita que se desarrollen procesos que igual se hubieran producido. Por ejemplo muchos coincidimos en que al área de las Torres Gemelas en Nueva York, más allá de lo que significa en términos de vidas humanas, le vino muy bien que Bin Laden o quién sea se haya tomado el trabajo de tirarlas abajo y darle la oportunidad a Nueva York de armar un nuevo centro financiero con un sentido diverso de la estructura de las Torres Gemelas, que ya era obsoleta. El World Trade Center era algo de mediados del siglo XX, no respondía al imaginario y a la forma de desarrollo del capitalismo de estos años. La idea de que la evolución de la ciudad necesita destruir algo de su historia, en condiciones normales el proceso lleva décadas, y la catástrofe lo acelera. Hay catástrofes que son en cuotas, las llamo invisibles, o cordiales. El otro día cuando hablábamos de mi sitio, y yo mencionaba cómo había surgido, decían era una catástrofe personal, sí. La Argentina del 2001 y 2002 es una sucesión de pequeñas catástrofes individuales que alteran completamente el sentido de la ciudad. Hay otra visión de la catástrofe en la ciudad que es el ver la ciudad como catástrofe. Hay una frase referida a Nueva York , de Le Corbusier, que dice “100 veces me he dicho Nueva York es una catástrofe, y 50 veces me he contestado, pero es una hermosa catástrofe”. Hay una concepción de las megas ciudades como catástrofes. Cuando se habla del Méjico DF se habla del monstruo. Un libro que a mi me parece espantoso, aunque es un clásico, es La cabeza de Goliat, de Ezequiel Martínez Estrada. Les recomiendo si no lo han leído que lo lean para ver cómo un intelectual puede odiar tanto a la ciudad. Todo un sentido de ver la ciudad como catástrofe que yo no comparto, creo que justamente la respuesta está en la ciudad, y que la verdadera catástrofe es la anti ciudad, diluir la ciudad. Creo que eso es una catástrofe ambiental, política, social y cultural.
Finalmente, respecto del cybercafé, es un lugar que a mi me produce mucha simpatía. En la nota periodística que yo les envíe, que es una nota que salió hace un par de años en Clarín, hay algo que es muy interesante que es la importancia y la extensión que tiene el fenómeno en Buenos Aires. Lugares para conectarse a internet hay en todas las ciudades del mundo, pero en Buenos Aires no es algo turístico sólo del centro, es algo que se da en los barrios, en todo el gran Buenos Aires. Es uno de los recursos que tiene la clase media baja argentina para seguir agarrada del mundo. Hay miles de historias individuales, el que perdió el trabajo y no tiene más la computadora de la oficina se conecta en los cybercafés, todo a 1$ por hora, la gente que tiene un pariente en Europa. Entonces, me parece que comparte cosas como el almacén de ramos generales, la lechería, el prostíbulo, el comité, un encuentro casual de individualidades que no llegan a mancomunarse en una sociedad, pero que crean una especie de espacio público. Cumple a mi juicio el rol de bisagra entre lo público y lo privado, es un lugar no del todo privado y que no llega tampoco a ser del todo público. Donde uno está en un compartimiento individual, pero alcanza a ver un poco la pornografía que miran al lado, o espían la carta que le está mandando un chico a su novia, y se cuida de que no lo espían a uno. Una vez le hice un reportaje a un arquitecto argentino, Roberto Doberti, lo leo textualmente porque es interesante: “yo he escrito muchas cosas en un café [él hablaba del café, y yo justamente reivindico cybercafé más que locutorio, la idea de un café tecnológico donde más que el café lo que importa es cómo uno está en el lugar] no soy el único, mucha gente escribe, dibuja, estudia en un café, es un lugar en parte afectado por ruidos, por cuestiones sonoras y visuales, sin embargo la idea de estar perteneciendo a un cierto grupo donde la lógica del café no llega a interferir la privacidad de la mesa casi produce un efecto de facilitar la concentración. Yo no considero para escribir encerrarme en una bóveda hermética en el tesoro de un banco, me parecería el peor lugar para escribir”, o sea la idea de la biblioteca como lugar aislado y concentrado donde todo ruido es malvenido, y la idea de un lugar con cierto grado de dispersión, de ruidos, de estímulos visuales puede paradójicamente ayudarle a uno a concentrarse. “Esto nos llevaría a una teoría profunda sobre la noción de espacio público y espacio privado, que desde la ciudad de la modernidad se constituyó precisamente por dar a los espacios privados ciertos grados de publicidad. Me parece que esto es lo bueno de las ciudades, no es que las ciudades tengan todo privado y playones públicos, para dar una imagen ridícula. El espacio es público en cuanto tenga trama e interrelación con lo privado. Las conductas privadas, como comer o tomar café, se hacen públicas en el café”. Hay una tendencia a la mezcla, por ejemplo esas peluquerías que tienen a la vez un bar y una discoteca, o lavaderos que tienen lugares de encuentro o cybercafés. En el pasaje Rauch y Corrientes había una verdulería que también era discoteca, que era un escándalo para los urbanistas, cómo se lo habilitaba? era una verdulería o una discoteca? Había tenido quejas de las discotecas de la zona porque estaba habilitado como verdulería, y quejas de las verdulerías porque funcionaba después de las dos de la mañana. Ese tipo de cuestiones a mi me parece que es la idea de la ciudad, la mezcla, en una cultura donde todo tiende cada vez más a dividirse y segmentarse. Ahora hay radios para gente de 18 años y medio a 22 años y tres meses, para gente de 42 a 47, para gente que piensa de una manera, de otra, radios que no hablan de deportes, otras que no hablan de política, radios que sólo hablan de deportes, o sólo de política. Las tendencias del mercado cada vez más malditas en cuanto a que todo es para un determinado target, son peligrosas. En ese sentido, estos lugares de mezcla como es el cybercafé, me parece que son interesantes. Inclusive, cuando pensemos en espacios públicos, centros culturales, centros cívicos, se podría pensar en el modelo del cybercafé. Como Robert Venturi y Denise Scott Brown decían del Strip de las Vegas, cuando lo analizaron como espacio público, que el strip de las Vegas estaba casi bien, y que con alguna cosa más podría ser el espacio público de nuestro tiempo, yo no comparto eso, pero me gusta la frase que está casi bien. El cybercafé puede ser una célula muy elemental de un espacio público de nuestro tiempo que todavía hay que definir.

Sofía Picozzi: Retomo algo anterior, el tema de la catástrofe que hablaste hace un rato, para vincularlo con la palabra energía que es una de las que había quedado de la charla con Roberto Jacoby. Ligar catástrofe con tragedia, de lo que habíamos charlado la otra vez, como si tragedia fuera una solapa de la palabra catástrofe, en qué momento la catástrofe se convierte en tragedia. La catástrofe, o la tragedia, son condensadores de energía muy importantes para la ciudad. Por ejemplo lo de Cromañon enseguida recibió el nombre de tragedia, y lo de las Torres Gemelas quizás fue más una catástrofe, pensando en cómo se catalogó por los medios. Me pregunto si Buenos Aires no tiene una vocación de tragedia. Son energías que enseguida son aprovechadas de manera positiva o negativa por diferentes grupos, políticamente cuando pasan cosas así es una oportunidad enorme, urbanísticamente, y socialmente es un momento en el que se reacomoda todo. El poder que tienen estas energías para que Ibarra haya quedado casi destruido, y en algo que se podría considerar más trágico (por la cantidad de muertes), como lo del World Trade Center en Nueva York, Giuliani quedó como un héroe político.

Marcelo Corti: Me parece que catástrofe es algo más global y las tragedias tienden a ser individuales, se habla de Cromañon como tragedia, pero se cuestionó bastante el hablar de tragedia porque se dijo que en realidad era un asesinato culposo. No sé mucho la diferencia entre catástrofe y tragedia. Las inundaciones son la catástrofe nuestra, no es una catástrofe natural sino que es un producto de una imprevisión nuestra que construimos donde no hay que construir. Las catástrofes nuestras son más políticas, las últimas grandes catástrofes fueron la cuestión de los desaparecidos, y la catástrofe política y social del 2001 y 2002. Lo de Ibarra y Giuliani es interesante, creo que Ibarra tiene el eclipse después de Cromañon porque en realidad no había una construcción política demasiado sustentable detrás. Es un jefe de gobierno que ganó la primera vez, entre otras cosas, gracias a que lo apoyaba De la Rua y la segunda porque lo apoyaba Kirchner, pero sin estructuras políticas fuertes que lo consolidaran. Vos mencionás a Giuliani, yo creo que es uno de los grandes inventos del conservadurismo internacional, porque debe haber pocos alcaldes que hayan hecho menos por su ciudad que Giuliani. Para mi es como el brujo que bailó la danza de la lluvia porque vió que iba a llover y como llovió la gente le atribuyó la lluvia a él. Concretamente la famosa baja de la criminalidad en Nueva York es una baja de todas las ciudades. Hay dos motivos por los que se dice que bajó la criminalidad en Estados Unidos. Uno es que la generación que tiene 15, 16, ó 17 años, o sea la que comete los crímenes más graves, 15 años después de que la Corte Suprema permite el aborto es una generación que en su segmento con propensión criminal no existió, porque los hijos de madres solteras adolescentes (que eran los criminales históricos de la pos Segunda Guerra Mundial en Norteamérica) habían sido en una gran proporción abortados. Es una interpretación siniestra; algo que a mi me gusta mucho más es la idea de que la población afroamericana durante el período de Clinton tuvo prosperidad económica, nunca estuvo más integrada la sociedad negra en la sociedad americana que en los años en los que gobernaba Giuliani en Nueva York y centenares de alcaldes en las otras ciudades norteamericanas. La criminalidad disminuyó en todas las ciudades norteamericanas, inclusive en ciudades donde se aplicaban políticas liberales que nada tenían que ver con la tolerancia cero. Justamente hay gente que puede aprovechar con determinado tipo de actitudes cuestiones que para otros serían causa de perder todo.

Sofía Picozzi: Es reconducir una energía que ya está, aprovechar esos flujos que hay en la ciudad, y no tanto tener que inventar algo nuevo. Esa es la veta de los políticos.

Roberto Jacoby: También hay un aspecto objetivo que es la magnitud de la población penal. En Estados Unidos la población penal se acerca al 1% de la población total.
Es una cifra enorme que aumenta entre la población masculina, joven y de minorías, donde llega al 25 por ciento. Mucho jóvenes tienen como testimonio concreto de su vida que una parte importante de su grupo de pares está preso.
No es solamente una cuestión demográfica sino una política estatal mensurable.

Marcelo Corti: Eso no solamente en Estados Unidos, seguramente entre los que estamos acá no, pero hay sectores en Argentina en los que si no sos Carlitos Tévez no tenés ninguna posibilidad de éxito que no sea hacer un grupo de cumbia villera o salir a afanar.

Roberto Jacoby: La proporción es mucha más alta en Estados Unidos que en Argentina, solamente en Rusia hay tasas comparables de población penal.

Marcelo Corti: Una cosa que me llama la atención es la visión carcelaria y represiva que tiene el actual gobierno norteamericano respecto a cualquier cuestión, y catástrofe concretamente. Lo único que atinó a organizar el gobierno de Bush frente a Nueva Orleans fue mandar a la Guardia Civil para que no saquearan. Ante la gripe aviar, lo primero que hicieron fue organizar el Pentágono con miles de soldados que están preparados, uno piensa que ante la gripe aviar lo que habría que organizar es el servicio de salud, pero organizaron las tropas.
Al día siguiente del atentado de las Torres Gemelas aumentaran las acciones de Blockbuster, porque la gente no iba a salir tanto por temor a un atentado, se iba a refugiar en la casa y alquilar películas. El mercado funciona así. Por ejemplo, en la nota referida a la venta de derechos de emisión de gases, es un tema de mercado. Se piensa en el mercado como regulador, nos hemos acostumbrado a que está mal pensar en la política como mediación. En cambio pensar en el mercado como mediación, pensar en incentivar ciertas conductas o desestimular otras en función del mercado es algo que tiene muy buena prensa.

Roberto Jacoby: Hay una relación histórica entre las ciudades y el mercado. Muchas ciudades comienzan con un mercado, son la cristalización de una feria regional. Me parece que sería útil precisar el uso del término mercado que parece algo peyorativo en todos los casos, cuando es inseparable de la formación de la ciudad.

Marcelo Corti: Pero no sólo. Los griegos tenían el ágora que era donde discutían de política, y tenían la plaza del mercado. Jesús echando a los mercaderes del templo tiene que ver con discusiones que había en todas las ciudades de la antigüedad. Y muchas ciudades no se manejan en función del mercado, hay ciudades políticas, hay ciudades militares… La definición de mercado es un lugar donde hay múltiples oferentes, múltiples compradores, donde todos tienen información y saben cuánto sale lo que quieren comprar o vender, entonces la negociación se hace sobre esa base. Lo que hoy llamamos mercados no responden para nada a esto, hay cada vez más concentración, a los compradores se nos segmenta. Este es un mercado diferente del que generó las ciudades. La economía de mercado tal como nos dicen que es, tiene muy poco que ver con la economía de mercado, porque no es una economía donde todos sepamos todo lo que pasa, ni tengamos igualdad de oportunidades. De hecho en este mundo que se dice globalizado los principales recursos de los países más pobres son los únicos que no están globalizados. No está globalizado el tránsito de los seres humanos, cualquier producto puede pasar cualquier frontera menos el ser humano, y no están globalizados los productos rurales (Europa tiene subsidios para su producción rural, y a nosotros nos dicen que no podemos proteger una industria porque eso sería atentar contra el mercado).

Juan Vacas: ¿En el caso de Buenos Aires, no sería más patente? Me refiero a su hegemonía, al contrabando, las cuestiones sobre la aduana, que más o menos conformaron lo que es la base de la actual ciudad. Me refiero a que siempre hubieron injusticias y que devinieron en conformaciones incluso hasta formales de la ciudad.

Marcelo Corti: La paradoja es que Buenos Aires fue derrotada en todo esto, porque deviene en lo que deviene a pesar de si misma, Buenos Aires es capital de la república a pesar de si misma. La burguesía porteña de 1880 no quería ser capital. Pero sí, es cierto, a veces idealizamos, pero por algún motivo cualquiera que tenga más de 35 o 40 años tiene el recuerdo de una ciudad que parecía más justa y más vivible. Hoy Buenos Aires no es para mucha gente un lugar de oportunidades. Creo que vamos a llevarnos una sorpresa cuando salga el próximo censo, porque me parece que hay mucha gente que se está yendo de Buenos Aires. Vamos a ver seguramente que Buenos Aires no sé si habrá perdido población, pero sí va a haber perdido ritmo de crecimiento y el mayor ritmo de crecimiento se va a dar en las pequeñas y medianas ciudades. El modelo de Buenos Aires estaba atado a un modelo de producción que fracasó.

Juan Vacas: Me parece más preocupante el que se va a los countries, no el que se va a vivir a Chascomús.

Marcelo Corti: Además se degrada la cultura de la ciudad. No idealizo una ciudad de los barrios amables, donde a la escuela iba el hijo del médico y del portero, no sé si era tan así pero seguramente era más parecido a eso que a lo que vivimos ahora. Y esa ciudad convivía con una ciudad terriblemente autoritaria, la mejor época de la escuela pública coincidía con una sociedad represiva. Si esa sociedad tan represiva la teníamos con una ciudad que era bastante democrática, con una ciudad de paredones como la que tenemos ahora… Pareciera que había una ciudad que con todas sus injusticias y su desequilibrio respecto del país por lo menos podía generar algo interesante. La cultura que va a generar este modelo de urbanización yo no sé cuál es. Por eso me produce tanta ternura lo de los cybercafés, algo que es distinto a la tendencia a los ghettos que vemos en los mercados y en la ciudad.

Roberto Jacoby: En tu referencia siempre asocias el espacio público con algo físico, con el espacio real del cybercafé, pero podría pensarse también el espacio público como un espacio virtual... La gente que está en el cybercafé no está solamente conectado con los que tiene al lado. Se está conectando con otro mundo, está chateando, o teniendo encuentros sexuales, o jugando a los juegos en red…

Marcelo Corti: Sí, es un defecto profesional y generacional, como arquitecto tiendo a ver el lugar, y como cosa generacional no tengo una visión tan global. Pero sí, es un lugar de contacto con el mundo y es un espacio público que se amplía.

Roberto Jacoby: La cuestión que brinda, aparte de los juegos en red, es eso de conectarse con otra persona de forma virtual. La gente que entra a los foros, la gente que entra a los chats eróticos…
Marcelo Corti: Uno desde un cybercafé puede estar haciendo cualquier cosa. Yo empecé a fantasear cuando me dieron la consigna y se me ocurrió un cuentito, alguien viene a Buenos Aires exclusivamente para entrar en un cybercafé y mandar un mensaje en función del cual se genera una catástrofe. Uno podría estar haciendo eso en un cybercafé, una conspiración para destruir el mundo. Hay una diversidad grande de individualidades que confluyen en un mismo lugar, es algo estimulante, no diría por eso que es el gran espacio público de nuestro tiempo, pero se puede explorar agregándole qué cosa al cybercafé lográs tener un centro cívico. Como era la biblioteca socialista de los años 20, que era un lugar de intercambio, de reunión, o su alternativa la parroquia.

Juan Vacas: Uno va a buscar la conexión de internet, no creo que uno vaya porque quiere. Lo que es extraño es la tipología que se conformó, hay algunos que son para ver pornografía que tienen puertas, me hace recordar más que a un café de Buenos Aires del 56 a un peep show.

Sofía Picozzi: Cybercafé ya es una palabra obsoleta. El café ya no existe. Cyber.

Roberto Jacoby: Cyber se aplica ahora a muchas cosas, es una categoría, cyber paja por ejemplo. A mi me parece que hay que plantearlo más como un fenómeno nuevo que compararlo con un modelo tradicional. Uno de los grandes valores es el anonimato, toda la gente usa un nickname.

Hernán Barsanti: Pero todo queda registrado…

Roberto Jacoby: Como en todas partes. El tema es no tanto que la gente se escapa de la CIA como que se escapa de la otra persona con la que está hablando, que aparenta que es una mujer y es un hombre, tiene la posibilidad de máscaras. Me parece que en las relaciones que se establecen vìa Internet aparecen algunos de los valores que se rescataban como propios de las energías de la ciudad.

Marcelo Corti: Además la posibilidad de reconstituir la cultura de uno en cualquier lugar del mundo. Uno puede reconstituir su vida en Buenos Aires en cualquier lugar del mundo y viceversa.

[1] completo: soy arquitecto y urbanista, y además de editar www.cafedelasciudades.com.ar, actualmente soy coorsinador técnico administrativo del Consejo del Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires

1 Comments:

  • At 31/10/05, Anonymous Anónimo said…

    excelente trabajo. vamos por el libro!!!!!!!!!
    y la fiesta claro
    abrazos desde ijburg
    pio

     

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