REPRESENTACIÓN, ESTRATEGIA, CASILLERO - José Fernández Vega
notas previas tomadas por José Fernández Vega - aun queda completar la desgravación de la charla
Glosario de urbanidad temporada 2006
Jueves 31 de agosto, invitado José Fernández Vega
REPRESENTACIÓN
palabra clave de época
Los recuadros presentan las entradas de los términos según el Diccionario de
representar (Del lat. repraesentāre).1. tr. Hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene. U. t. c. prnl.2. tr. Informar, declarar o referir.3. tr. Dicho de una persona: Manifestar el afecto de que está poseída.4. tr. Recitar o ejecutar en público una obra dramática.5. tr. Interpretar un papel de una obra dramática.6. tr. Sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc.7. tr. Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente.8. tr. Dicho de una persona: Aparentar determinada edad.9. tr. ant. presentar.10. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Importar mucho o poco. La amistad representa mucho para mí.
representación.(Del lat. representatĭo, -ōnis).1. f. Acción y efecto de representar.2. f. Autoridad, dignidad, categoría de la persona. Juan es hombre de representación en Madrid.3. f. Figura, imagen o idea que sustituye a la realidad.4. f. Conjunto de personas que representan a una entidad, colectividad o corporación.5. f. Cosa que representa otra.6. f. Der. Derecho de una persona a ocupar, para la sucesión en una herencia o mayorazgo, el lugar de otra persona difunta.7. f. Psicol. Imagen o concepto en que se hace presente a la conciencia un objeto exterior o interior.8. f. desus. Súplica o proposición apoyada en razones o documentos, que se dirige a un príncipe o superior.9. f. ant. Obra dramática.~ gráfica.1. f. Mat. Figura con que se expresa la relación entre diversas magnitudes.~ mayoritaria.1. f. Procedimiento electoral por el que se eligen representantes a quienes obtienen mayoría de votos.~ proporcional.1. f. Procedimiento electoral que establece una proporción entre el número de votos obtenidos por cada partido o tendencia y el número de sus representantes elegidos.de ~.1. loc. adj. Dicho de una cosa: Que realza una función o cargo.□ V. gastos de
Los fragmentos corresponden a un capítulo del libro de J. F. V. Lo contrario de la infelicidad (Buenos Aires, Prometeo, 2006).
En el glosario de la modernidad el término «representación» ocupa un lugar no menos destacado que el de otros más habitualmente asociados a la época, como revolución, crítica o método experimental. En un escrito fechado en 1938, Martin Heidegger consideró a la modernidad como la era de la imagen (Bild) y entendió que el concepto de representación (Vorstellung), ya se hablara de las teorías del conocimiento o del arte que en ella se desarrollaron, cifraba toda la época.
En su reflexión, Heidegger dejaba de lado un tratamiento explícito de la política, terreno en el cual el problema de la representación ocupa un lugar igualmente relevante. El debate sobre una legitimidad fundada en la modalidad representativa que debía adquirir la soberanía no es, por supuesto, una polémica totalmente originada entre los modernos. Tiene una raíz teológica y, de hecho, es uno de esas nociones que, secularizadas, la política de nuestro tiempo heredó del pensamiento cristiano.
(...) la representación, un término que Heidegger elevó a la categoría de clave metafísica. En el marco de su filosofía, difícilmente pueda pensarse en una alusión más importante que aquella sobre la «esencia de lo ente y de la verdad», cuya (distorsionada) determinación moderna él detectó en la omnipresencia de la imagen que representa ante el sujeto. En ningún otro momento histórico, explica Heidegger, la imagen había resultado algo tan crucial para la autocomprensión occidental. Su meditación gira en torno de la representación como instrumento de la ciencia, donde su introducción provocó tales transformaciones que terminaron por distinguirla radicalmente respecto de cualquier comprensión previa del saber.
(...) Porque, según Heidegger, «representar quiere decir traer ante sí eso que está ahí delante en tanto que algo situado frente a nosotros, referirlo a sí mismo, al que lo representa». Como el hombre moderno «se sitúa respecto de lo ente en la imagen» y esto nunca había sucedido antes, la modernidad pone en escena dos nuevos personajes: el sujeto como referencia absorbente y, frente a él, la reproducción que representa algo, y que es ella misma un producto humano. Cada objeto se convirtió en una representación ante la conciencia, y en ella se sostenía un nuevo criterio de verdad.
(...) La consecuencia de estas evoluciones fue una especie de desrealización enajenante: «únicamente donde lo ente se ha convertido en objeto del representar se puede decir de algún modo que lo ente pierde su ser». De manera que, considerada en sí misma, la imagen implica una pérdida de presencia; los fantasmas de un mundo unificado, organizado y tecnificado toman el lugar de los dioses y de la antigua consistencia ontológica. La voluntad de poder humana completa el ocultamiento del ser en el momento mismo en el que se adueña del mundo como técnica.
(...) paralelismo que (Benjamin) traza entre la representación política y la teatral. De acuerdo con Benjamin, ambas formas de representación habían sido conducidas a una crisis derivada menos de los ataques de la izquierda o la derecha que del propio desarrollo técnico en el que se respalda la evolución de la sociedad burguesa. Por ejemplo, la selección del líder político parlamentario también se lleva a cabo según los mecanismos que determinan el trabajo del actor de cine. En la democracia, explica Benjamin, ya no se habla en persona para el parlamento, los otros representantes constituidos como público, sino para el micrófono o la cámara. El discurso se dirige a un auditorio ilimitado, ubicado fuera del recinto. El resultado es que «los parlamentos quedan desiertos, así como los teatros». En esta modalidad de selección social triunfa finalmente el carisma compatible con el medio técnico que lo vehiculiza; de ella «salen vencedores el dictador y la estrella de cine».
(...) (Para Carl Schmitt) La representación de la figura papal está encarnada en un individuo investido de autoridad, muy lejos de esa trasmisión impersonal de poder característico de las burocracias modernizadas. Un Dios mezclado con los asuntos humanos, un Dios personal y mundano, exige un tipo de representación que sea asimimismo personal. Esta concepción impregna también a la política, según Schmitt. O, mejor dicho, debiera impregnarla.
De manera que una noción crucial como la de representación pública (Repräsentation), cuya autoridad proviene necesariamente desde «lo alto» según Schmitt, se convierte en el mejor de los casos en mera representación jurídico-económica, una figura del derecho privado (Vertretung).
Por tanto, el mito que respaldaba la forma política de la representación sustantiva tiende a desvanece bajo los mecanismos del estado burocrático moderno que lo vuelven algo extraño. Nuevas mitologías sucedáneas son incapaces de reemplazar la fuerza incomparable del mito de la iglesia: la representación de Cristo. El arcano de la representación personificada resulta incompatible con el ideal liberal de autotransparencia de la sociedad.
(...)La modernidad rechaza por absurdos los fundamentos de la representación auténtica:
(...)La realidad así conformada facilita la idea de representación como delegación política. Pero para Derrida la delegación termina suponiendo el reemplazo de unos sujetos por otros; esta sustitución es posible en la medida en que todos ellos resultan «objetivables». Con tonos sombríos, expone las consecuencias de esta operación: «…aquí tenemos el reverso de la ética democrática y parlamentaria de la representación, a saber, el horror de las subjetividades calculables, innumerables pero numerales, las muchedumbres en los campos o en los ordenadores de las policías…». Estas observaciones son un productivo añadido al texto de Heidegger. Lo sitúan plenamente en el terreno político del que se sustraía y lo encuadran en el problema central, el de la difícil trasformación de las representaciones de una élite en un sistema democrático de masas.
Un arte mostrativo, que provoca estupor con su violencia inhumana, según Paul Virilio, parásito de la ciencia e incapaz de representación; un realismo «idiota», de acuerdo con Mario Perniola, difusor de una sensibilidad «psicótica».
ESTRATEGIA
Palabra fetiche
estrategia.(Del lat. strategĭa, y este del gr. στρατηγία).1. f. Arte de dirigir las operaciones militares.2. f. Arte, traza para dirigir un asunto.3. f. Mat. En un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento.
Los fragmentos corresponden a pasajes del libro de J. F. V. Las guerras de la política (Buenos Aires, Edhasa, 2005).
Las magnitudes, tomadas de las líneas de operaciones, son los puntos de partida que guían las maniobras; Bülow prácticamente reduce el arte militar al dominio de ellas en su libro Lehrsätze des neuern Krieges (Berlín, 1805). Clausewitz, sin duda bajo la directa influencia de sus observaciones sobre la conducción napoleónica que busca la batalla en lugar de evitarla, critica esa obra y se detiene especialmente en el examen de la definición de táctica y de estrategia de Bülow, que considera muy deficientes. En su libro, Bülow había afirmado que "La estrategia es la ciencia de los movimientos bélicos fuera del alcance de la vista enemiga; la táctica, la de los movimientos dentro de ella". Su crítico estima que esta explicación es completamente mecánica y antifilosófica, y que poco tiene que ver con la necesidad de definir una disciplina a través de su objeto y de los fines que con ella se persiguen. El objeto de la estrategia no es el movimiento en sí mismo considerado; el fin de la táctica no es el ocultamiento de la propia disposición. Tiempo después, en Vom Kriege, Clausewitz haría una innovadora resignificación de ambos conceptos, emancipándose de las variables espaciales o relativas a la visibilidad que dominan las nociones de Bülow. Con todo, aquella definición de los términos centrales del saber militar significó un progreso en un contexto histórico que todavía se remitía de manera recurrente a los ejemplos de la antigüedad clásica.
El concepto de táctica recién adquiere con Bülow el sentido de arte de dirigir la batalla. En su Dictionaire philosophique, Voltaire refleja la opinión militar dominante en su época respecto de la táctica; por una parte, la identifica en general con "la science de la guerre"; por la otra, se funda en su sentido etimológico para describirla como el arte de formar y disponer la tropa para la batalla.
Es improbable que Helmuth von Moltke (1800-1891), largamente a cargo del Estado Mayor alemán (1857-1888), haya leído la obra. Su definición de la estrategia como algo que, una vez estallada la guerra, se vuelve por entero independiente de la política es decididamente anti-clausewitziana.
(...) la distinción de Delbrück entre Ermattungsstrategie y Niederwerfungsstrategie (estrategia de desgaste y de derribamiento) posee una raíz histórica y unos condicionamientos sociales y económicos que la vuelven consistente e indispensable para el análisis. Basándose en Clausewitz, Mehring explica el motivo histórico de la distinción entre ambas. Las guerras del siglo XVIII habrían sido típicas guerras de gabinete (el último ejemplo es el constituido por
(...) (En su libro de texto sobre historia militar) Perón comienza destacando que la estrategia no puede ser exclusivamente pura ni empírica; requiere tanto de una guía racional como de los aportes de la historia y de la observación directa. La importancia de la historia se encuentra fuertemente subrayada: constituye la fuente racional para la enseñanza que busca "desarrollar el juicio y la decisión" del militar. La estrategia carece de reglas fijas, no es una ciencia exacta; su método es "objetivo-subjetivo", aplica categorías y conjuga el análisis y la síntesis en casos concretos. El jefe, por tanto, deberá aplicar principios en su acción, pero también crearlos. La guerra es un drama, no un dogma; si bien, al igual que ocurre en las bellas artes, precisa una técnica y una teoría para ser eficaz en el único nivel que resulta decisivo: el de la práctica. Pues la estrategia es, según la definición más general, un saber orientado al poder. A otro nivel, la estrategia se define, también en consonancia con lo afirmado en Vom Kriege, como conducción de la guerra por parte de un comando superior, por oposición a la dirección de la batalla a cargo de un comando inferior[1].
CASILLERO
Palabra ordinaria, en apariencia banal
casillero.(De casilla).1. m. Mueble con varios senos o divisiones, para tener clasificados papeles u otros objetos
casilla.(Del dim. de casa).1. f. Casa o albergue pequeño y aislado, del guarda de un campo, paso a nivel, almenara, puerta de jardín, etc.2. f. Despacho de billetes de los teatros y cines.3. f. Escaque del ajedrez o del juego de damas.4. f. Cada uno de los compartimentos en que quedan divididos los tableros de otros juegos.5. f. Cada una de las divisiones del papel rayado verticalmente o en cuadrículas, en que se anotan separados y en orden guarismos u otros datos.6. f. Cada uno de los senos o divisiones del casillero.7. f. Cada uno de los compartimentos que se hacen en algunas cajas, estanterías y en varios recipientes.8. f. Cuba. Trampa para cazar pájaros.9. f. Cuba. carnicería (ǁ tienda donde se vende carne).~ postal.1. f. Am. apartado de correos.sacar a alguien de sus ~s.1. fr. coloq. Alterar su método de vida.2. fr. coloq. Hacerle perder la paciencia.salir, o salirse alguien de sus ~s.1. frs. coloqs. Excederse, especialmente por ira u otra pasión
encasillar.1. tr. Poner en casillas.2. tr. Clasificar a alguien o algo.3. tr. Considerar o declarar a alguien, muchas veces arbitrariamente, como adicto a un partido, doctrina, etc. U. m. en sent. peyor.4. tr. Clasificar personas o hechos con criterios poco flexibles o simplistas.5. tr. Dicho de un Gobierno: Señalar a un candidato adepto el distrito en que lo presentaba para las elecciones de diputados.6. prnl. Limitarse a sí mismo, proceder rutinariamente en el ejercicio de un arte o profesión. U. t. c. t
Nada nos clasifica más que nuestras clasificaciones (Bourdieu)
“El arte está en las antípodas de las ideas generales, sólo describe lo individual, sólo desea lo único. No clasifica; desclasifica”
Marcel Schwob, El terror y la piedad, Bs. As., Libros del Zorzal, 2006, p.